viernes, 18 de noviembre de 2022

Remodelación del cuento clásico : Heidi.

 


    Piensan  muchos que los cuentos no se han de cambiar que son intocables y perfectos como tales, pero yo pienso que de un cuento pueden salir muchas versiones y que no debemos quedarnos sólo con el original. Versionar un cuento es darle vida, resucitarlo, hacer que no caiga en el olvido. De ahí, esta sección y esta versión del clásico Heidi de Johanna Spyri.


Mi Heidi 

    Heidi y su tía Dette vivían en Suiza. Dette pasaba muchas estrecheces económicas, apenas podía mantener en condiciones a su sobrina. Un día le llegó una buena oportunidad para prosperar económicamente. Encontró trabajo de jardinera para una familia acaudalada en Alemania. Entonces, la niña quedó a cargo de su huraño y ermitaño abuelo en las montañas de los Alpes.


    El abuelo no tenía fuerzas para cuidar de Heidi, ni siquiera la llevaba a la escuela.  Sin embargo, la niña disfrutaba un montón pastoreando las cabras con su amigo Pedro, y en plena naturaleza. Ayudaba al abuelo todo lo que podía con los animales, la venta de quesos, y la casa. Un día su felicidad se empañó con la llegada de Dette. Ésta acordó con el abuelo dejar en adopción a Heidi a su jefe, el señor Sesseman. Este hombre era viudo y tenía una hija en silla de ruedas que no tenía amigos: Clara. Clara recibía educación en la casa y necesitaba conocer a otros niños de su edad.


    " Sí, Dette, es mejor para Heidi esa familia que yo. A mí no me queda mucho tiempo ya, soy anciano, presiento mi muerte. Estoy muy mayor y no puedo con toda la energía de esta chica ", afirmó con sinceridad el abuelo a su hija. 

    " No hay más que hablar, papá. Mañana partiré con Heidi a casa del señor Sesseman ".

    Heidi lloró toda la noche, no soportaba el hecho de separarse de los animales y de su mejor amigo Pedro. Pero los mayores mandaban.

 

    Cuando ingresó en su nueva familia, todo iba bien al principio. Pero ocurrió que el señor Sesseman le cogió pronto mucho cariño a la carismática Heidi y eso despertó los celos de Clara. Ésta dejó de compartir sus juguetes con la niña, llegaron malas contestaciones, gritos e insultos hacia su hermana adoptiva. Asombrada, Heidi se lo comentó a la señorita Rottenmeier, quien daba clases a las dos, pero esta mujer le contestó lo siguiente : " Clara será una mujer de provecho, toda una señorita. Tú nunca pasarás de ser una vulgar y pobre campesina ". La malvada institutriz estaba enamorada en secreto del señor Sesseman , y en su cerebro enfermo también le cogió manía a la criatura. 


    El señor Sesseman trabajaba mucho, pasaba poco por casa y no se daba cuenta de que Heidi no era feliz.


    Una mañana trajo dos muñecas para Heidi y otras dos para Clara. A ésta les parecieron las muñecas de Heidi más bonitas y las dejó sin cabeza, pies y manos. Se las destrozó. 


    En otra ocasión, Heidi llevó a la casa toda ilusionada un pez que sacó de un arroyo próximo a la mansión. Pues en cuanto Heidi se despistó, Clara le echó ácido al pez y se lo mató.


    Heidi ya no soportaba más vivir en esa casa, quería regresar a los Alpes con su abuelo a toda costa. La señorita Rottenmeier sabía todo el bullying que la paralítica le hacía a Heidi, pero nunca intercedió por ella ante el señor Sesseman. La situación era insostenible para Heidi hasta que una noche el viudo vio una escena espeluznante: Clara saltaba de su silla sobre Heidi, que estaba tranquila en su cama, para abofetearla y raparle la cabeza.


    "  Pero, ¿ esto qué es ?, Clara yo no te eduqué así ", regañó el padre a su hija. Clara sintió mucha vergüenza ante su asombrado padre. 

    Mientras Heidi ayudaba a Clara a incorporarse a su silla, el padre echó un vistazo a la habitación. Encontró el pez muerto de Heidi, las muñecas rotas, la ropa nueva para Heidi destrozada, etc. 


    " Clara, hija mía, ¿ qué has hecho ? ", preguntó el señor Sesseman avergonzando más a la hija.

    " Imagino que la señorita Rottenmeir es consciente de todo esto , ¿ verdad ? ".

    " Sí ", afirmaron las dos niñas. Clara estaba roja como un tomate, Heidi sentía cierta liberación al ver que el hombre al que llamaba padre había abierto los ojos. 


    Acto seguido, despidió a la señorita Rottenmeir, quien no fue tan buena educadora como él creyó si consintió ese infierno para Heidi.


    A la mañana siguiente, el señor Sesseman habló largo y tendido con su hija Clara. Esta charla subió mucho la autoestima de la niña, fue reconfortante para ella. Su padre le dijo que iba a ayudarla a pensar en positivo, pues la amaba con todo su corazón. Pero que Heidi merecía el calor de un hogar. Le prometió que iba a esforzarse en demostrarle todo su amor para que jamás tuviera celos de su nueva hermana. Le juró que iba pasar más tiempo en casa con las dos para que su episodio de celos no volviera a repetirse. El viudo hizo que Clara se arrepintiera de todo el mal que le había causado a Heidi, le hizo ver que había sido injusta con ella, y que tenía que compartirlo todo con su hermana.


    Arrepentida, Clara llegó hasta las lágrimas y junto a su padre, le pidió perdón a Heidi.

    " ¿ Qué puedo hacer para compensarte ? ", preguntó Clara a Heidi sincera.

    " Me gustaría regresar a las montañas de los Alpes con mi abuelo. En esas montañas hay un bello manantial de aguas curativas que te pueden ayudar a andar, Clara ".


    Dicho y hecho. El señor Sesseman dejó a cargo de su empresa a personas de confianza y a los pocos días, él junto a las niñas y Dette, llegaron a las montañas.


    Al mes el abuelo de Heidi murió. Por otro lado, Clara se recuperó un montón. Las aguas curativas del mentado manantial le hicieron caminar de nuevo. El contacto con la naturaleza, los animales, y el hecho de ir al colegio del pueblo con Heidi le hicieron recuperar la alegría. Socializar con otros niños le mejoró mucho el ánimo y nunca volvió a sentir celos.


    Clara, Pedro y Heidi se hicieron muy amigos los tres. Su amistad fue pura, jamás se intoxicó por culpa de amores, sexo o celos de por medio. Fueron amigos para siempre.


    La madre de Pedro y el señor Sesseman se enamoraron, se casaron y vivieron en los Alpes suizos para siempre. Él como era el jefe de una gran empresa, sólo se pasaba por la misma de vez en cuando para que todo estuviera correcto. No había nada más puro y bueno que el aire de las montañas. Se hizo pastor de cabras y ovejas junto a Pedro y Heidi. Los dos niños no eran sus hijos biológicos pero lo quería como tales.


    Tras el cambio de aires, Clara siguió arrepentida de su comportamiento hacia Heidi durante muchos años. Pero al llegar a la edad adulta, las hermanas se reían de ese episodio, pues los celos son absurdos, no conducen a nada. Son una nube tóxica que te llevan a destruirte como persona, y te ciegan ante las personas que de verdad valen la pena. Hacen que no veas ni valores a quien tienes delante, y acabes perdiendo a esa persona. Clara aprendió esa lección para toda la vida, y colorín, colorado, esta versión de cuento ha acabado.  




Remodelación de cuento elaborada por Eva María Vicente Belmonte.

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